OBSERVACIONES CRITICAS SOBRE LAS ORIENTACIONES Y PREOCUPACIONES DOMINANTES EN LA TEORIA SOCIAL
INTRODUCCION
Una reflexión crítica sobre la realidad de las ideas económicas o sociológicas del presente nos obliga a considerar el estado actual de las ciencias sociales en los medios académicos tal como se presentan ante nosotros a través de la práctica de la docencia e investigación que en ellos se realiza, planteándonos un conjunto de interrogantes que resulta oportuno traer, aunque sea muy brevemente, a colación.
La pregunta clave, que todo cientista social alguna vez se ha formulado, es la que lleva a interrogarse por el sentido de la labor científico-social: ¿qué es lo que en rigor justifica la existencia y desarrollo de las ciencias sociales? ¿Cuál es la misión que como científico social le corresponde a cada uno de nosotros ante la dinámica, contradictoria y en muchos aspectos dolorosa realidad del mundo contemporáneo? ¿Cuáles las expectativas que podemos hacernos y la responsabilidad que nos cabe por sus resultados?
Esta pregunta, que de una u otra forma ha estado presente a lo largo de toda la historia de la constitución y desarrollo de las ciencias sociales, posibilita, sin duda, una gran variedad de respuestas. Pero en última instancia todas ellas se encaminan en una misma dirección: podemos y debemos contribuir a acrecentar nuestra comprensión de los fenómenos del mundo social para acrecentar también nuestra capacidad de actuar con eficacia en la construcción de una sociedad mejor de la que todos puedan beneficiarse.
No obstante, cabe preguntarse en qué medida las ciencias sociales de hoy, sea por los problemas sobre los que suelen centrar preferentemente su atención o por los modos en que procuran abordarlos, están dando real cuenta de esta misión. Dicho en otros términos, cabe preguntarse en qué medida están respondiendo a las legítimas expectativas que la sociedad tiene derecho a abrigar respecto de ellas.
LA RECUPERACION DEL SENTIDO DE LAS CIENCIAS SOCIALES
Desde luego, no se trata de añorar ingenuamente un estado de cosas que probablemente nunca ha estado efectivamente presente, al menos como una realidad dominante, en el ámbito de las diversas disciplinas que configuran hoy el vasto y multifacético campo de las ciencias sociales. Después de todo, la fuerza emancipadora de la crítica social que busca sintonizarse con los intereses, derechos y aspiraciones de las mayorías oprimidas ha sido siempre patrimonio de una minoría marginada.
De lo que realmente se trata, por tanto, es de dimensionar el grado en que hoy, quienes intentan asumir el abordaje de la realidad social desde la perspectiva de una crítica social emancipadora, tropiezan con dificultades para lograrlo y suelen permanecer más bien, tanto teórica como prácticamente, en deuda con ese propósito. El cuadro que ofrecen las ciencias sociales de a este respecto, en la inmensa mayoría de los escenarios en que actualmente se las cultiva, es francamente desolador, cualquiera sea el criterio que se utilice para dimensionarlo o el campo disciplinar que se considere.
Lo que tenemos a la vista es un conjunto de poderosas fuerzas centrífugas que generan y profundizan una dinámica de dispersión y desorientación intelectual muy profunda entre quienes se hallan animados por una aguda conciencia de la responsabilidad que fluye de todo compromiso profundo con los valores y principios asociados a una perspectiva de carácter humanista.
La hegemonía de un pensamiento económico y social convencional es fuente de un marcado empobrecimiento teórico de las ciencias sociales, cuya visión de la realidad pasa a estar fuertemente limitada por los sesgos que imponen los intereses dominantes. Se ve sólo lo que se quiere ver, lo que se evidencia funcional a la apología del orden social existente.
Por añadidura, nuestras elites intelectuales viven conectadas, lo mismo que nuestras economías, a la producción de los círculos académicos dominantes de las metrólopolis, sin visión y producción propias. Como apéndices del centro, sus voces son, por regla general, meros ecos de otras voces. ¿Es que acaso el mundo no se ve desde una óptica particular cuando se lo examina a partir de la realidad latinoamericana?
La miopía de nuestras elites no es sólo de perspectiva espacial sino también temporal y moral. Su ostensible frivolidad se manifiesta en su constante disposición a acoger con una cierta dosis de encantamiento los constantes vaivenes de la moda intelectual que hacen fácil presa de los medios académicos establecidos y, con demasiada frecuencia, a dejarse seducir y monitorear por las recompensas materiales que se le ofrecen. Los ejemplos abundan.
En este contexto, la escena aparece hoy ampliamente dominada por la llamada problemática de la “modernización”, inserta en el contexto más vasto del “espíritu de la modernidad” y sin que por lo demás pueda decirse que exista un alto grado de consenso sobre significado y alcance de este último concepto (Atria, 2000). Este hecho hace que el debate sobre la modernización, que de una u otra forma cruza al conjunto de las ciencias sociales, resulte particularmente confuso, abarcando un conjunto de problemas, y comprometiendo también enfoques, extremadamente diversos.
A la luz de los desafíos a que nos enfrenta el momento histórico que vivimos y la posición que ocupamos como cientistas sociales latinoamericanos, nos parece evidente la necesidad de poner en pie una aproximación más clara y precisa a este debate, colocando en el centro de la escena los problemas que son incuestionablemente más relevantes desde una perspectiva social, vale decir, desde la perspectiva de una comunidad humana que aspira a adquirir una aguda autoconciencia de las limitaciones y posibilidades que se le abren en el futuro próximo.
En este sentido, más que del tránsito a la modernidad cabría hablar del modo en que hemos vivido hasta ahora y vivimos actualmente en América Latina tal modernidad, merced a las contradicciones que son inherentes a ésta pero que rara vez se consideran como clave explicativa de las realidades que experimentamos. La preocupación por los procesos de modernización lleva implícita en cambio, como subyacente a la “heterogeneidad estructural” de nuestros países, la indefendible idea de una cierta superposición de tiempos históricos diversos. Sólo en ese contexto pueden adquirir algún sentido nociones como la de “premodernidad” o de “atraso”.
Todo el debate queda así automáticamente encuadrado en el marco del falaz paradigma de las “etapas del desarrollo”, aún cuando se le resitúe sobre el escenario de moda de la globalización. La vasta amplitud de este escenario, que se yergue como un complemento simétrico de la incesante proliferación de campos disciplinares cada vez más acotados y compartimentados, aporta una poderosa contribución al carácter errático y disperso que suele exhibir el quehacer actual de nuestras ciencias sociales.
Sin embargo, los signos de que el fecundo espíritu del pensamiento crítico de inspiración humanista, capaz de generar corrientes de pensamiento de sentido inverso, se mantiene vivo son también numerosos, aun cuando el credo neoliberal haya inundado con particular virulencia los medios académicos establecidos. Se podría citar numerosos ejemplos de ello, tanto en los medios académicos del centro como de la periferia. Y como se sabe, fuera de ellos la presencia y desarrollo de ese pensamiento social crítico ha sido y es aún mucho más significativa.
Aunque en muchos aspectos el programa que esta contracorriente enarbola, con gran diversidad de énfasis y matices, es ya conocido, se requerirá de una larga, paciente y esforzada labor de rescate y reconstrucción teórica para reposicionarlo con la fuerza que se merece en los medios académicos del presente. Ese esfuerzo será muy particularmente necesario en nuestro medio latinoamericano, fuerte y largamente erosionado por los estragos intelectuales ocasionados por la frenética y destructiva ofensiva política del neoliberalismo triunfante.
Como ya se ha dicho, lo que importa es no perder el norte de este necesario esfuerzo de reconstrucción de un pensamiento social fecundo y consistente. Ese norte no puede ser otro que el desarrollo de formas más plenamente actualizadas y comprensivas de autoconciencia en función de la imperecedera aspiración humana de construir una sociedad mejor, capaz de asegurar una vida más digna, confortable y segura para todos los seres humanos.
LA INDISPENSABLE REJERARQUIZACION DE LOS TEMAS
Pero el rol del cientista social no puede limitarse a observar y describir los procesos en curso, sino que está llamado a ser, por la naturaleza misma de la situación histórica que vivimos, el de asumir un rol protagónico en la orientación de la acción encaminada a alcanzar siempre mayores grados de humanización de la vida. Su insoslayable deber es el de contribuir a advertir las grandes y absurdas incoherencias y riesgos de la orientación actual de los procesos de desarrollo, con la mortífera carga de irracionalidad que conllevan cuando son vistos desde la perspectiva de un punto de vista ético-humanista.
Si, como se ha sostenido, la crisis de la humanidad y los grandes peligros que la amenazan encuentran su origen en el creciente desacople que la modernización capitalista ha traído consigo entre las exigencias asociadas a una racionalidad formal-instrumental que se torna cada vez más dominante y las demandas que nacen de una racionalidad sustantiva-valórica que van siendo cada vez más ignoradas, lo que entonces necesitamos son unas ciencias sociales capaces de responder, simultánea y consistentente, a la exigencia de superar dicha fractura rearticulándose en torno a un marco comprensivo susceptible de integrar los imperativos de la razón científica con los de una ética social genuinamente humanista.
Ello nos plantea a lo menos tres grandes desafíos, que se erigen ante nosotros no sólo como metas a alcanzar, sino también como las premisas o criterios orientadores susceptibles de proporcionarle un mínimo de coherencia a nuestra práctica teórica:
1. el
desarrollo una visión unitaria, consistente y abierta del mundo social
2. la
jerarquización de sus temas en función de los grandes fines humanos
3. la identificación de las claves explicativas de los procesos en curso
Basta tener un mínimo contacto con el enorme caudal de ensayos y monografías de producción más reciente para percibir que las ciencias sociales no suelen estar hoy cabalmente a la altura de este desafío. Por el contrario, pareciera que su papel fuese más bien uno de mistificación y control que de comprensión y transformación de la realidad social. El peso de la ideología dominante y sus motivaciones se evidencia incomparablemente mayor que el de una racionalidad propiamente científica.
Desde un punto de vista estrictamente comprensivo, lo más relevante es, precisamente, prestar atención a los grandes procesos de transformación social que se hallan actualmente en curso, tanto a escala mundial, como regional, nacional y local. Sólo en el marco de una comprensión cabal del proceso histórico social en que estamos inmersos, de sus características más relevantes y de sus tendencias de desarrollo, podemos captar el real significado de los fenómenos que cobran forma en los escenarios y niveles más particulares del “mundo de la vida”.
Cabe preguntarse entonces ¿cuál es el carácter del momento histórico que vivimos y qué desafíos nacen de aquí para las ciencias sociales en su conjunto? ¿Nos encontramos al comienzo o al término de un período de desarrollo histórico de largo aliento? ¿Se trata de un nuevo período histórico de expansión asentado en el despliegue y realización de insospechadas potencialidades precedentes o de una fase histórica de declinación y de crisis de las relaciones sociales existentes? Lamentablemente, tales preguntas rara vez se formulan actualmente en el seno de los medios académicos establecidos.
Si observamos con atención el cuadro que exhibe el mundo de hoy, todo apunta inequívocamente a evidenciar la existencia de una profunda crisis de las relaciones sociales prevalecientes a escala planetaria, puesto que si bien jamás han sido mayores las posibilidades abiertas ante nosotros por el desarrollo de la ciencia y la tecnología, jamás han sido también mayores las desigualdades y las amenazas que enfrentamos. El colapso de los autodenominados “socialismos reales” de Europa oriental sólo demuestra que tales regímenes, si bien pudieron representar en su momento la apertura de una vía no capitalista de desarrollo, estaban muy lejos de constituir una alternativa histórica real a los terribles males sociales que lleva aparejado el desarrollo capitalista.
Pero el fracaso histórico del programa staliniano de “socialismo en un solo país”, patentizado claramente en la ausencia de instituciones democráticas capaces de dar vida al elemental principio moderno de la soberanía popular, único fundamento posible de todo programa socialista efectivo, no exonera al capitalismo de su responsabilidad por las grandes desigualdades sociales y las poderosas tendencias autodestructivas que caracterizan al mundo de hoy.
El desafío principal que encara la humanidad sigue siendo el de su emancipación de las cadenas de la explotación, la opresión y la violencia en todas sus formas. Pero dado el carácter de las tendencias de desarrollo que caracterizan al sistema capitalista mundial, este desafío ha llegado ya a un punto cúlmine, de inevitable “bifurcación” histórica. En efecto, como puede advertirse fácilmente a partir del sombrío diagnóstico de la situación mundial efectuado por la ONU (Annan, 2000), nos hallamos hoy enfrentados a una profunda crisis civilizatoria, la más grave y decisiva de toda nuestra historia, que abre ante nosotros una trascendental e ineludible disyuntiva: o la humanidad se muestra capaz de acabar con el capitalismo, o las tendencias autodestructivas engendradas y constantemente acrecentadas por éste acaban definitivamente con ella.
Pero si esta es la disyuntiva histórica real a que nos enfrenta hoy el desarrollo del sistema-mundo capitalista, ¿cómo es posible que en nuestra calidad de cientistas sociales no tengamos nuestra atención centralmente puesta en esta problemática decisiva? ¿Cómo es posible que ella no sobredetermine claramente la totalidad de los temas que concitan nuestro interés científico? Y si eso es lo que realmente ocurre en la práctica habitual de las ciencias sociales establecidas ¿cómo no tener una apreciación despiadadamente crítica de su desempeño?
LA READECUACIÓN DE LOS INSTRUMENTOS TEORICOS Y METODOLOGICOS
La situación aludida no puede dejar de expresarse en el plano de las opciones metodológicas del quehacer científico-social. Un rápido vistazo al panorama de la ciencia social contemporánea basta para identificar un conjunto de sesgos muy característicos:
1. la focalización micro-solipsística nacida de una suerte de individualismo antropológico fuertemente instalado en las ciencias sociales, y cuyo resultado más patético es el de una economía y sociología sin sociedad (y, como su complemento simétrico, el de visiones macro-sistémicas asubjetivas); la consecuencia de ello es una inevitable pérdida de centralidad, al desplazar completamente la mirada hacia temáticas socialmente marginales (y la complementaria reificación de los procesos sociales de carácter global)
2. la tendencia metodológica concomitante a una siempre creciente atomización del campo de estudio (con la consiguiente disgregación analítica) en detrimento del interés por mantener vigente una visión unitaria de la totalidad social; cabe considerar como parte de esta misma tendencia la incesante proliferación de nuevos y cada vez más acotados y compartimentados campos disciplinares que se empeñan en levantar y legitimar nuevas y cada vez más infranquebles fronteras al conocimiento, reforzando de este modo una ya fragmentada y caótica visión “caleidoscópica” de lo real
3. las artificiales pero recurrentes antinomias analíticas que nos ofrecen las diversas propuestas teóricas que fluyen del razonamiento lineal prevaleciente en los diversos campos disciplinares, que llevan indefectiblemente a establecer forzadas contraposiciones entre objeto y sujeto, métodos cuantitativos y cualitativos, estructuras y procesos de desenvolvimiento histórico de la realidad social, etc.
4. el ya señalado descompromiso “objetivo” y “positivo” de los enfoques convencionales y la pérdida de sentido que ello supone, amén, una vez más, de las artificiales contraposiciones y fronteras entre lo científico y lo no científico, entre juicios de hecho y de valor, entre contrastabilidad empírica y “mera” especulación filosófica, sin advertir o asumir que la ausencia de fines, principios y valores supone dejar a la actividad científica a la deriva, a merced simplemente del poder social fáctico prevaleciente que, como es comprensible, se empeña activamente en instrumentalizarla
Todo lo anterior plantea ante nosotros la necesidad de avanzar hacia una nueva síntesis científico-social, capaz de preservar el sentido y misión esencial de las ciencias sociales, rescatando aquella dimensión crítico-utópica que le permite concebir e integrar a su quehacer el proyecto de una sociedad mejor, jerarquizar consistentemente sus temas, identificar o redescubrir las claves explicativas de los procesos en curso y revertir las actuales tendencias a la dispersión y atomización de los conocimientos.
Sólo el despliegue de un esfuerzo consistentemente orientado en esa dirección puede hacerle cobrar verdadero interés y sentido al debate actual sobre el significado y alcance de los procesos de transformación en curso que se invocan bajo el pomposo pero ambiguo rótulo de “modernización”. Ello supondrá a lo menos tres cosas:
1. reivindicar el principio de totalidad como soporte fundamental del conocimiento científico en el campo de las ciencias sociales
2. reivindicar la necesidad de una aproximación histórico-estructural al estudio de las realidades y problemas específicos
3. incorporar como un componente decisivo del cuadro los intereses y proyectos que organizan, unifican y dan coherencia a la acción de los sujetos
Lo primero implica asumir, como un principio epistemológico fundamental la multifacética y dinámica complejidad de lo real. Como sostiene Kosik (1963), existe una diferencia fundamental entre la concepción de lo real como totalidad concreta, es decir como un todo estructurado, en constante desarrollo y autocreación y la pretensión mística de abarcar en su "totalidad" los infinitos aspectos, hechos, cosas, propiedades, relaciones y procesos de lo real.
Totalidad no significa aquí todos los hechos sino simplemente la percepción conciente de lo real como un todo estructurado, dinámico y en constante desarrollo. Su pretensión como teoría de lo real no es suministrar un método que pretenda ingenuamente ofrecer un cuadro "total" de lo real sino un marco comprensivo que nos permita descifrar racionalmente el significado de cualquier hecho o conjunto interrelacionado de hechos.
Lo segundo supone asumir y valorar la realidad social como un conjunto de procesos irreversibles que abren paso a su continua transformación, constatación de la que deriva, por una parte, la singularidad de cada experiencia histórica concreta, y por la otra, la conciencia de la imposibilidad de alcanzar, al menos en este ámbito de lo real, un saber definitivo, con la consecuente necesidad de un permanente “aggiornamiento” de los frutos de la investigación social.
Como lo apuntó en su ocasión con magistral claridad Goethe “nebulosa es toda teoría amigo mío, más eternamente verde es el árbol de la vida”. Las visiones teóricas de lo real no pueden abrigar una pretensión de verdad completamente rígida e inamovible, sino sólo la de representar perspectivas de abordaje cognitivo inevitablemente abiertas y necesitadas de un continuo esfuerzo de reactualización, desarrollo y síntesis.
Lo tercero, y que constituye el aspecto más persistentemente ignorado por la teoría científico-social dominante, es que esa realidad social que se constituye como expresión de un conjunto muy variado de procesos de ininterrumpida transformación, no es algo externo, cual ciegas e inexorables fuerzas de la naturaleza, sino que es fruto de la acción desplegada por una multitud de sujetos sociales e individuales que actúan en el escenario social en función de sus propios intereses, aspiraciones y proyectos.
Es la conciencia o percepción que los sujetos tienen de su situación social y de sus posibilidades lo que en definitiva organiza y orienta con un mínimo de coherencia el despliegue de su acción. En el ámbito de la acción social, esa situación se plasma en las diversas y variadas formas posibles de conciencia de clase que el momento histórico que se vive y los grados de dominio prevalecientes en todos los planos (económico, social, político y cultural) hacen posible.
Por ello es que para una cabal comprensión del curso que toman los acontecimientos y del significado que cobran los discursos resulta absolutamente clave tener presente el grado en que ellos se corresponden con los intereses de clase de los diversos actores sociales (Lukacs, 1923; Löwy, 1972), y muy particularmente de aquellos que, por detentar una posición dominante sobre el escenario histórico-social, tienen en sus manos las palancas del poder real (Furtado, 1974).
En la misma medida en que la producción científico-social dominante en los medios académicos se mantiene persistentemente alejada de la observancia de tales criterios, se muestra por lo general impotente para dar debida cuenta de los procesos de “modernización” en curso en su más profundo y real significado.
A MODO DE CONCLUSION
Ante la naturaleza y envergadura de los problemas que el actual proceso de “modernización” capitalista está colocando ante nosotros, parece no sólo necesario sino indispensable desplegar iniciativas orientadas a abrir paso en los medios académicos establecidos a una especie de “revolución copernicana” del pensamiento social que le permita reorientar su mirada y asumir a cabalidad los graves desafíos civilizatorios que esos problemas plantean al desarrollo de la humanidad, alertando clara y oportunamente a la sociedad en su conjunto de sus devastadoras consecuencias y esclareciendo ante ella las vías y modos en que esta crisis puede y debe ser superada.
Para ser efectiva, dicha reorientación tendría que plasmarse también en el modo de llevar a cabo cotidianamente las tareas de docencia e investigación en los medios universitarios. Siendo esto necesario a escala global, dado que los problemas que encaramos tienen también ese carácter, es particularmente importante y urgente que seamos capaces de asumirlo en los centros de enseñanza superior de nuestro continente, puesto que esto exige abordar y superar también el desafío mayor de sacudirnos de una pesada tradición de subordinación intelectual a los centros académicos de la metrópoli cuyos manuales suelen constituir hoy la base de la enseñanza universitaria en gran parte de las disciplinas sociales.
En otros términos, para hacerse
efectivamente posible, dicha reorientación requiere que seamos capaces de
resistir activamente los procesos de colonización cultural que se hallan
actualmente en marcha, con la subyacente pretensión de imponer sobre nosotros,
en calidad de “pensamiento único”, los moldes de la ideología dominante. En
definitiva, necesitamos habituarnos a
pensar y actuar por cuenta propia, asumiendo un compromiso intelectual
real con la realidad de nuestros países y sus principales problemas, capaz de
reflejarse claramente en los contenidos de nuestra docencia e investigación
universitaria. Ese es el desafío más importante que encaran hoy nuestras ciencias
sociales en todas y cada una de sus disciplinas.
REFERENCIAS
Annan, Kofi, (2000) Nosotros los pueblos, Informe del Secretario General de las Naciones Unidas ante la Cumbre del Milenio, www.onu.org
Atria, Raúl, (2000) La sociología actual y el espíritu de la modernidad, Departamento de Sociología de la Universidad de Chile.
Hinkelammert, Franz, (2001) El nihilismo al desnudo: los tiempos de la globalización, LOM, Santiago, 300 pp.
Furtado, Celso, (1974) El desarrollo económico: un mito, Siglo XXI, México, 1975, 141 pp.
Goldmann, Lucien, (1970) Las ciencias humanas y la filosofía, Nueva Visión, Buenos Aires, 121 pp.
Gonzalorena, Jorge (2000) “Modernización capitalista y desarrollo en América Latina”, Oikos, Año 4, N°11, Facultad de Administración y Economía, UCSH, Santiago, pp. 35-42
Kosik, Karel, (1963) Dialéctica de lo concreto, Grijalbo, México, 1967, 269 pp.
Löwy, Michael, (1972) "Objetividad y punto de vista de clase en las ciencias sociales", Sociedad y Desarrollo N°2, 37-54, CESO, Santiago
Lukacs, George, (1923) Historia y consciencia de clase, Grijalbo, México, 1969, 354 pp.
Como citar este artículo:
Gonzalorena, Jorge (2003) "Observaciones críticas sobre las orientaciones y preocupaciones dominantes en la teoría social", OIKOS, año 7, N°15, 111-122, EAE, Universidad Católica Raúl Silva Henríquez (UCSH), Santiago de Chile.